Hace casi 4 años que escribí las primeras entradas de este blog y pareciera que fue ayer. No negaré que volver a leerlas removió muchas emociones en mi, fue como abrir un viejo álbum de fotos, de aquellos que tenían las abuelas y conservaban celosamente en algún baúl como si fuera su cofre del tesoro. Comencé esto como un hobby donde escribía para desahogar algunas de mis frustraciones y orgullos de ser madre primeriza, el tiempo entre el trabajo y mi labor de ser madre me fue obligando a abandonar este hobby de escribir lo que mi hijo me inspiraba, así que solo moneticé el blog (sin saber a ciencia cierta cómo), dejé las 4 entradas que había escrito y lo abandoné. Aunque eso de monetizar, es decir, ganar dinero por escribir en este blog, fue algo que me dejó cierta intriga y ganas de hacer, pero ver que no subía un solo centavo mi reporte de ingresos, ni el primero, ni el segundo, ni el tercero, ni el cuarto mes... me hizo sentir que estaba perdiendo realmente mi tiempo, muy escaso
Aprovechando la ocasión, quiero compartir con ustedes las palabras que hace meses le entregué a mi mayor cómplice en esta aventura llamada vida, José Balam Alvarado Reyes, porque me sentí madre desde que nuestros ojos vieron esa prueba positiva y porque no me pesa, al contrario, en ese momento era tan liviano que me costaba mucho comprender su existencia. Nunca creí ser capaz de llevar algo así adh erido a mis entrañas, alimentándolo de mis costillas y saciando su sed con mi sangre, contaba los días que me faltaban para sentir sus movimientos, para tocar mi vientre inflado y adivinar si debajo de mi piel tendría una piernita o un codito. Me hace llorar porque aunque apareció hace apenas unos meses ya nada es igual, ahora es mi meta, mi gran logro, quisiera ya saber el color de sus ojos, el de su pelo, que seguro será rizado y rebelde. Lo veía ya desde entonces en mis sueños tan diminuto como una lenteja pero palpitante. Se ha ido desarrollando durante mis horas de sueño, de silen